No soy princesa

Ahora sé que no soy la princesa del cuento de hadas
y que no necesito que me venga a salvar un príncipe azul
en su caballo blanco, porque ni soy una princesa,
ni vivo en una torre, ni tengo a un dragón que me esté custodiando.

Hoy me reconozco mujer, capaz de amar.
Sé que puedo dar, sin pedir,
pero también sé que no tengo que hacer nada,
ni dar nada que no me haga sentir bien.

Por fin encontré, hasta ahora, al ser humano
que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas.

Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta,
de estar llena de defectos, de tener debilidades, y
de equivocarme;
de no responder a las expectativas de los demás
y hasta hacer algunas cosas indebidas:
y, a pesar de ello, sentirme bien.
Y por si fuera poco, saberme querida por muchas personas

que me respetan y me quieren por lo que soy.